MADRID. Las Hermanas Dominicas de la Presentación, con el apoyo de la ONG española Manos Unidas, utilizan una mantequilla de maní, llamada mambá, cuyo origen se remonta a la época precolombina, para luchar contra la desnutrición infantil en la periferia de Puerto Príncipe, la capital de Haití.
Esta congregación religiosa trabaja en la periferia de Puerto Príncipe para mejorar la salud y la educación de niños pertenecientes a familias pobres y afectadas por el seísmo que arrasó el país el 12 de enero de 2010.
En una entrevista concedida a Efe, la religiosa colombiana Gloria Inés González cuenta su experiencia en Haití, “el paraíso pobre de América Latina”, donde trabaja desde hace dieciocho años en el ámbito de la cooperación.
González, quien también vivió en este país el huracán Matthew en 2016, expresa su admiración por la capacidad de resistencia y sufrimiento de los haitianos, que sonríen y no se quejan, a pesar de las dificultades.
“El terremoto me marcó. En cuestión de segundos, te quedas sin nada, sin casa, sin ropa. Empezamos a rescatar gente, a ir a la frontera por pan y salchichas y ver que la gente poco a poco se iba recuperando te da fuerzas para trabajar”, explica la religiosa.
Tras seis meses de “frustración” por la catástrofe, la comunidad, formada por cinco hermanas, decidió poner marcha el proyecto de construir su casa, una clínica pediátrica, una casa de acogida y un jardín de infancia, con la ayuda de gente que las conocía y sin recibir “nada” del Gobierno.
“Los niños son la población más abandonada, vulnerable y desprotegida. Presentan muchas enfermedades como sida, desnutrición, diarreas y problemas de piel. Muy pocos padres tienen un trabajo que les permita alimentar a sus hijos y las familias residen en viviendas muy deficientes”, señala González.
En la clínica Espíritu Santo, que cuenta con el respaldo de Manos Unidas desde 2011, funciona un programa de acompañamiento médico y nutricional para 250 niños, así como un programa de formación de las madres sobre cuestiones básicas de higiene, vacunación, prevención de enfermedades y alimentación.
El proyecto dirigido a los más pequeños consiste en que cada viernes se recibe a los niños, se los pesa, se los mide y se les da una leche especial, además de un producto haitiano, que es una mantequilla de maní, denominada mambá.
“Es muy cara, pero si un niño se toma tres sobres se puede rehabilitar en dos días por la cantidad de nutrientes que tiene”, precisa González, quien indica que el niño no sale del programa hasta que el médico verifica que cumple todos los requerimientos para hacerlo.
González es la directora de una escuela, propiedad de los Misioneros de San Carlos Borromeo, a la que asisten 1.016 alumnos en las afueras de la capital haitiana.
Después del terremoto, decidió contribuir a la “reconstrucción de Haití”, a través de la educación de los niños, para lo que buscó la ayuda de profesionales y voluntarios. “Cuando llegamos había mucha violencia en la zona y la escuela se ha convertido en un elemento positivo”, subraya.
La religiosa considera que el huracán Matthew ha sido más duro que el terremoto, la agricultura se perdió y los campesinos del sur están emigrando a la capital y produciendo superpoblación.
“Ahora veo menos implicación con esta nueva catástrofe”, apunta González, quien estima que la reconstrucción del sur tardará más de diez años.
Confiesa que se identifica con el lema de la campaña de Manos Unidas de este año, “El mundo no necesita más comida, sino más gente comprometida”, y afirma con convicción: “A la gente no hay que darle pescado, hay que enseñarle a pescar. No hay que dar, hay que crear medios de trabajo y enseñar”.
Asegura que, para desarrollar su labor, cuenta “con los propios haitianos como brazo derecho, con voluntarios extranjeros como brazo izquierdo, con mi congregación como el corazón”.
“Nosotros estamos en el terreno y hay gente que está fuera, que pueden parecer espectadores pasivos, pero son muy activos, como es el caso de Manos Unidas y todos los españoles que colaboran económicamente. Esta ONG vive gracias a la convicción, la fe y el deseo de servir bien y mejor a los más pobres”, recalca. AFP/Ximena Hessling
Esta congregación religiosa trabaja en la periferia de Puerto Príncipe para mejorar la salud y la educación de niños pertenecientes a familias pobres y afectadas por el seísmo que arrasó el país el 12 de enero de 2010.
En una entrevista concedida a Efe, la religiosa colombiana Gloria Inés González cuenta su experiencia en Haití, “el paraíso pobre de América Latina”, donde trabaja desde hace dieciocho años en el ámbito de la cooperación.
González, quien también vivió en este país el huracán Matthew en 2016, expresa su admiración por la capacidad de resistencia y sufrimiento de los haitianos, que sonríen y no se quejan, a pesar de las dificultades.
“El terremoto me marcó. En cuestión de segundos, te quedas sin nada, sin casa, sin ropa. Empezamos a rescatar gente, a ir a la frontera por pan y salchichas y ver que la gente poco a poco se iba recuperando te da fuerzas para trabajar”, explica la religiosa.
Tras seis meses de “frustración” por la catástrofe, la comunidad, formada por cinco hermanas, decidió poner marcha el proyecto de construir su casa, una clínica pediátrica, una casa de acogida y un jardín de infancia, con la ayuda de gente que las conocía y sin recibir “nada” del Gobierno.
“Los niños son la población más abandonada, vulnerable y desprotegida. Presentan muchas enfermedades como sida, desnutrición, diarreas y problemas de piel. Muy pocos padres tienen un trabajo que les permita alimentar a sus hijos y las familias residen en viviendas muy deficientes”, señala González.
En la clínica Espíritu Santo, que cuenta con el respaldo de Manos Unidas desde 2011, funciona un programa de acompañamiento médico y nutricional para 250 niños, así como un programa de formación de las madres sobre cuestiones básicas de higiene, vacunación, prevención de enfermedades y alimentación.
El proyecto dirigido a los más pequeños consiste en que cada viernes se recibe a los niños, se los pesa, se los mide y se les da una leche especial, además de un producto haitiano, que es una mantequilla de maní, denominada mambá.
“Es muy cara, pero si un niño se toma tres sobres se puede rehabilitar en dos días por la cantidad de nutrientes que tiene”, precisa González, quien indica que el niño no sale del programa hasta que el médico verifica que cumple todos los requerimientos para hacerlo.
González es la directora de una escuela, propiedad de los Misioneros de San Carlos Borromeo, a la que asisten 1.016 alumnos en las afueras de la capital haitiana.
Después del terremoto, decidió contribuir a la “reconstrucción de Haití”, a través de la educación de los niños, para lo que buscó la ayuda de profesionales y voluntarios. “Cuando llegamos había mucha violencia en la zona y la escuela se ha convertido en un elemento positivo”, subraya.
La religiosa considera que el huracán Matthew ha sido más duro que el terremoto, la agricultura se perdió y los campesinos del sur están emigrando a la capital y produciendo superpoblación.
“Ahora veo menos implicación con esta nueva catástrofe”, apunta González, quien estima que la reconstrucción del sur tardará más de diez años.
Confiesa que se identifica con el lema de la campaña de Manos Unidas de este año, “El mundo no necesita más comida, sino más gente comprometida”, y afirma con convicción: “A la gente no hay que darle pescado, hay que enseñarle a pescar. No hay que dar, hay que crear medios de trabajo y enseñar”.
Asegura que, para desarrollar su labor, cuenta “con los propios haitianos como brazo derecho, con voluntarios extranjeros como brazo izquierdo, con mi congregación como el corazón”.
“Nosotros estamos en el terreno y hay gente que está fuera, que pueden parecer espectadores pasivos, pero son muy activos, como es el caso de Manos Unidas y todos los españoles que colaboran económicamente. Esta ONG vive gracias a la convicción, la fe y el deseo de servir bien y mejor a los más pobres”, recalca. AFP/Ximena Hessling
Un alimento precolombino libra la batalla contra la desnutrición en Haití
Reviewed by Noticias del Noroeste
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lunes, febrero 06, 2017
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