Pero ya no así la prolongada angustia de toda una semana de larga espera que se tornó en una casi eterna agonía para sus familiares, ex compañeros y amigos.
Y es que no fue hasta ayer, a las 3:35 de la tarde, luego de un recorrido de aproximadamente dos horas desde la Funeraria Blandino donde pernotó su cadáver luego del velatorio que se realizó en el estadio Cibao el sábado, hasta la iglesia San Ignacio de la comunidad de Las Charcas, que se cuerpo sin vida fue sepultado.
Agitado funeral
El sepelio y final sepultura de Lima, una de las más grandes manifestaciones de dolor y cariño para un popular y carismático personaje de Santiago, hasta pruebas encontradas, pareció una especie de drama, justo a su medida, de lo que fue su estilo de vida.
Desde donde falleció en Passadena, California, la madrugada del sábado antepasado, su traslado a Nueva York para un primer velatorio, luego a Santiago para un homenaje póstumo y su final sepultura ayer, pareció “una radiografía” de cómo transcurrió su vida misma.
De prisa, de manera acelerada, de impredecible final, que siempre, bien o mal (triunfo o reveses), él disfrutaba.
La solemnidad fue vencida por la emotividad y el sentimiento de quienes le conocieron, compartieron e idolatraron, que no querían entregarlo al inexorable señor tiempo.
Todos querían observarlo en el ataúd y permanecer frente a él sin límite de tiempo y esto creó problemas en su natal Zalaya.
Nadie quería dejarlo de llorarlo y se escuchaban los ruegos y manifestaciones de cariño y agradecimiento de quien al parecer, “siempre tendió la mano amiga”.
La caravana que acompañó el cadáver desde Santiago a Zalaya más que una expresión de dolor pareció la celebración de una de esas proclamas de las Águilas Cibaeñas en la pelota dominicana.
De esas que los fanáticos y simpatizantes de lanzan a las calles y se unen al recorrido.
Y así fue al cruzar el Puente Hermanos Patiño, atravesar el sector Bella Vista, luego Pastor y llegar a Las Charcas, donde la misa de cuerpo presente en la iglesia San Isidro hubo necesidad de limitarla.
La confusión de apoderó de los actos del sepelio en el cementerio, fruto de los llantos y manifestaciones de dolor de quienes se resistían a que se llevara a la tumba.
Ambiorix Colón habló una vez más en nombre de la familia Rodríguez-Lima, con voz entrecortada y opacada por los gritos y llantos de gran parte de los presentes.
De esa manera concluyó la existencia viva del que más que un atleta se comportó como un virtuoso ser humano que pese a su estelaridad en el béisbol, tenía en la música y el canto su principal pasión, como lo expuso de manera reiterada.
Ya ayer, a las 3:35 aproximadamente, podría decirse que José Lima marchó y serán sus familiares, amigos y aficionados los responsables de que “su mambo” perezca o no y que prosiga o no la frase de “Lima Time (tiempo de Lima) “que impuso como “sello de fábrica”.
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