CIUDAD DEL VATICANO (EFE)-. El papa Francisco criticó la especie de “fobia” que existe hacia los pobres, “considerados no sólo como personas indigentes, sino también como gente portadora de inseguridad, de inestabilidad”, en el mensaje publicado hoy en ocasión de la segunda jornada que les dedica la Iglesia.
Para celebrar esta jornada, que este año será el 18 de noviembre, Francisco volverá como en 2017 a comer con 3.000 pobres en el Aula Pablo VI del Vaticano, se informó hoy durante la presentación del mensaje.
El papa argentino afirmó que “los pobres no necesitan un acto de delegación, sino del compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor”.
Pero constató que “lastimosamente a menudo se constata que, por el contrario, las voces que se escuchan son las del reproche y las que invitan a callar y a sufrir”.
“Son voces destempladas, con frecuencia determinadas por una fobia hacia los pobres, considerados no sólo como personas indigentes, sino también como gente portadora de inseguridad, de inestabilidad, de desorden para las rutinas cotidianas y, por lo tanto, merecedores de rechazo y alejamiento”, criticó.
Invitó “a hacer un serio examen de conciencia para darnos cuenta si realmente hemos sido capaces de escuchar a los pobres”.
“probablemente es como una gota de agua en el desierto de la pobreza; y sin embargo puede ser un signo de compartir para cuantos pasan necesidad, que hace sentir la presencia activa de un hermano o una hermana”.
Y que hay que reconocer, también en la Iglesia que “en el inmenso mundo de la pobreza, nuestra intervención es también limitada, débil e insuficiente hace que tendamos la mano a los demás, de modo que la colaboración mutua pueda alcanzar el objetivo de manera más eficaz”.
Para celebrar esta jornada, que este año será el 18 de noviembre, Francisco volverá como en 2017 a comer con 3.000 pobres en el Aula Pablo VI del Vaticano, se informó hoy durante la presentación del mensaje.
El papa argentino afirmó que “los pobres no necesitan un acto de delegación, sino del compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor”.
Pero constató que “lastimosamente a menudo se constata que, por el contrario, las voces que se escuchan son las del reproche y las que invitan a callar y a sufrir”.
“Son voces destempladas, con frecuencia determinadas por una fobia hacia los pobres, considerados no sólo como personas indigentes, sino también como gente portadora de inseguridad, de inestabilidad, de desorden para las rutinas cotidianas y, por lo tanto, merecedores de rechazo y alejamiento”, criticó.
Invitó “a hacer un serio examen de conciencia para darnos cuenta si realmente hemos sido capaces de escuchar a los pobres”.
“probablemente es como una gota de agua en el desierto de la pobreza; y sin embargo puede ser un signo de compartir para cuantos pasan necesidad, que hace sentir la presencia activa de un hermano o una hermana”.
Y que hay que reconocer, también en la Iglesia que “en el inmenso mundo de la pobreza, nuestra intervención es también limitada, débil e insuficiente hace que tendamos la mano a los demás, de modo que la colaboración mutua pueda alcanzar el objetivo de manera más eficaz”.
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