MAPASTEPEC, México (AFP)-. “Cuarenta y cinco días es poco si uno ve hasta donde hemos llegado”, dice triunfalista Delmer Rivera, un migrante hondureño flaco de 23 años que muestra orgulloso los callos que se hizo en campos de milpa hasta que tuvo que huir de su país por amenazas de muerte de las pandillas.
Él es uno de los miles de migrantes de Honduras que cruzan México en caravana, decididos a llegar a Estados Unidos, y que la tarde del miércoles arribaron exhaustos a Mapastepec, la tercera parada que hacen en territorio mexicano, después de caminar horas bajo un inclemente sol.
Todavía les faltan más de 3.000 km para alcanzar la frontera con Estados Unidos, que recorrerán, según sus cálculos, en un mes y medio aproximadamente.
“Que no es nada 45 días, eso se pasa rápido, estamos triunfando, aunque estemos molidos vamos ganando”, comenta a la AFP Delmer mientras asesta un golpe ficticio en el abdomen de un amigo con el que partió de Honduras el 13 de octubre, cuando salió la inmensa columna humana.
La ONU estima que unas 7.000 personas viajan en la caravana.
Él es uno de los miles de migrantes de Honduras que cruzan México en caravana, decididos a llegar a Estados Unidos, y que la tarde del miércoles arribaron exhaustos a Mapastepec, la tercera parada que hacen en territorio mexicano, después de caminar horas bajo un inclemente sol.
Todavía les faltan más de 3.000 km para alcanzar la frontera con Estados Unidos, que recorrerán, según sus cálculos, en un mes y medio aproximadamente.
“Que no es nada 45 días, eso se pasa rápido, estamos triunfando, aunque estemos molidos vamos ganando”, comenta a la AFP Delmer mientras asesta un golpe ficticio en el abdomen de un amigo con el que partió de Honduras el 13 de octubre, cuando salió la inmensa columna humana.
La ONU estima que unas 7.000 personas viajan en la caravana.
“Lavando los pies”
En la plaza de la calurosa Mapastepec, los agotados migrantes extendieron los plásticos y cartones que les han servido como camas muchos días, luego de turnarse la llave de agua de las jardineras para lavarse y bañar a los bebés. Unos cuantos se pusieron a bailar punta -un género musical hondureño- y muchos otros acudieron a las carpas de atención médica.
Bajo un toldo de plástico, cinco monjas curaban las heridas de los pies de igual número de migrantes.
“Aquí estoy lavando los pies. Ya lo único que me falta es darle el beso en el pie como Cristo, que es lo que se merecen”, comenta solemne Sor Antonia Becerra, quien no duda en calificar como un “éxodo” la caravana, mientras pasa con delicadeza una gasa humedecida con desinfectante entre cada uno de los dedos del pie de un hondureño corpulento antes de vendarle los dos.
Mapastepec es la última de las tres empobrecidas comunidades que han atravesado los centroamericanos. Aquí, donde la mayoría de sus 17.000 habitantes se dedican al cultivo de maíz, palma africana y algunas frutas, los migrantes fueron recibidos con agua, pañales y hasta carros para transportar a las decenas de bebés que viajan desde Honduras.
Todos se declaran decididos a alcanzar la frontera pese a las advertencias del presidente estadounidense, Donald Trump, de que serán rechazados, argumentando que entre ellos van confundidos potenciales “criminales” y “desconocidos” procedentes de Oriente Medio. El mandatario reconoce no tener pruebas de tal afirmación.
Los migrantes repiten sin cesar que huyen de Honduras por la pobreza que los deja sin comer por días y la violencia que los mantiene apresados en sus casas, los únicos lugares donde se sentían casi seguros.
“¡Ánimo, hermanos!”, gritaban sobre la carretera pobladores del municipio de Acacoyagua, una localidad que está a la mitad del camino de Huixtla, donde descansaron el martes, y Mapastepec.
Los esperaban con cientos de recipientes desechables llenos de sopa caliente, bolsas de plástico con agua y ropa y zapatos.
“¡México, México!”, respondían los migrantes en agradecimiento.
Mapastepec está a unos 160 km de Ciudad Hidalgo, fronteriza con Guatemala, por donde el viernes muchos de ellos ingresaron a México en una auténtica estampida, aunque después fueron replegados. La mayoría entró de forma ilegal por el río Suchiate.
Advertencias vigentes
Trump dijo que cancelará la ayuda al desarrollo en Centroamérica si continúan las caravanas y exigió a México detener su paso.
México había advertido que sólo ingresarían desde Guatemala quienes contaran con documentos legales, pero la mayoría entró cruzando clandestinamente el río Suchiate, línea divisoria entre los dos países.
La policía mexicana por momentos recorre la carretera con los migrantes, pero sin impedir su paso, y por trayectos uno de sus helicópteros sobrevuela el andar de los migrantes a baja altura.
Hasta este miércoles, se contabilizaban 1.743 solicitudes de refugio en México, particularmente menores de edad con sus madres y mujeres, según el gobierno mexicano.
Estos migrantes permanecen en un recinto ferial de Tapachula, Chiapas, donde son atendidos por las autoridades.
Organizaciones que los defienden acusan al gobierno mexicano de violar sus derechos humanos al tenerlos prácticamente detenidos.
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