PALU, Indonesia (AP) — Para algunos de los supervivientes del terremoto y el tsunami que azotaron la isla indonesia de Célebes la semana pasada, los recuerdos y el horror de experimentar un desastre de tal magnitud, que ha dejado más de 1.400 muertos, son difíciles de borrar y entender.
El fabricante de muebles Khairul Hassan relata que trabajaba en una tienda cerca de la playa cuando el suelo cobró vida y se sacudió violentamente. Corrió hacia una colina cercana y observó posteriormente cómo el nivel del mar se elevó como nunca, lanzando una marejada colosal. Ahora no lo puede olvidar.
“Vi las olas venir y barrer con todo: construcciones, fábricas, almacenes y algunas personas que desaparecieron, mientras corrían de las olas, algunas de ellas mujeres y niños”, dijo el miércoles. “Además, los trabajadores del almacén quedaron atrapados bajo las mercancías, todos barridos por el mar. Es trágico. Es aterrador recordarlo”, agregó.
Cinco días más tarde, la ayuda llegaba lentamente a las zonas de la isla, en el centro de Indonesia. Las víctimas estaban cada vez más desesperadas tras haber quedado sin alimentos, agua, combustible y medicamentos. Los residentes de un vecindario afectado aplaudieron, vitorearon y se chocaban la mano de la emoción al ver un camión parado cargado con suministros.
“Estoy muy feliz”, dijo Heruwanto, de 63 años y que emplea un solo un nombre, mientras agarraba una caja de fideos instantáneos. “Realmente no he comido en tres días”.
Las autoridades elevaron el miércoles la cifra oficial de fallecidos a 1.407 personas. El vocero de la agencia de desastres, Sutopo Purwo Nugroho, explicó que 519 de los cuerpos fueron ya enterrados.
La comida, el agua, el combustible y los medicamentes todavía no llegaron a las zonas más afectadas fuera de Palu, la principal ciudad sacudida por la catástrofe del pasado viernes. Muchas carreteras quedaron destrozadas por el violento temblor o bloqueadas por escombros. Las comunicaciones eran limitadas.
“Aquí nos sentimos como hijastros porque toda la ayuda está yendo a Palu”, dijo Mohamad Taufik, vecino de la localidad de Donggala de 38 años que dijo que cinco de sus familiares siguen desaparecidos. “Hay muchos niños pequeños que están hambrientos y enfermos, pero no hay leche ni medicamentos”.
La oficina de asuntos humanitarios de la ONU reportó que las “necesidades son vastas”, ya que la gente requiere de forma urgente albergue, agua potable, alimentos, combustible y atención médica de emergencia.
Por otra parte, un volcán entró en erupción el miércoles por la mañana en la provincia de Célebes Septentrional, a unos 940 kilómetros (585 millas) al noreste de la zona remecida por el movimiento telúrico, y arrojó una columna de ceniza que se elevaba a más de 6.000 metros (20.680 pies) de altura. Las autoridades advirtieron sobre la presencia de la nube en las inmediaciones del Soputan porque puede ser peligrosa para los motores de los aviones, pero no se ordenaron evacuaciones.
Kasbani, que emplea solo un nombre y dirige el Centro de Vulcanología y Mitigación de Peligros Geológicos, dijo al sitio de noticias Tempo que la actividad del volcán se había incrementado desde agosto y comenzó a despuntar el lunes. “Es posible que el sismo acelerase “la erupción”, agregó.
En la zona del terremoto, el agua es el principal problema porque la mayoría de la infraestructura de suministro resultó dañada, dijo el vocero adjunto de la ONU, Farhan Haq, a la prensa en la sede de la ONU en Nueva York. El gobierno está coordinando las labores de emergencia y las agencias de ayuda del organismo están ya sobre el terreno o de camino, apuntó.
Más de 25 países ofrecieron asistencia después de que el presidente de Indonesia, Joko Widodo “Jokowi” pidiera ayuda internacional. Sin embargo, poco ha llegado a la zona de desastre, y los residentes, cada vez más desesperados, tomaron alimentos y combustibles de tiendas dañadas y rogaron por ayuda.
Widodo visitó la zona del desastre el miércoles e informó que, aunque quedaba trabajo por hacer, las condiciones estaban mejorando y los negocios estaban comenzando a abrir sus puertas, ayudando a la población a regresar a la normalidad. El dirigente explicó que su homólogo estadounidense, Donald Trump, lo llamó el martes en la noche para ofrecerle ayuda.
“Estamos yendo por fases. Hay muchas cosas en marcha relacionadas con la evacuación, y la ayuda y el combustible están llegado”, declaró apuntando que 30 personas seguían enterradas bajo los escombros en el hotel Roa Roa de Palu. “Cada provincia tiene casos diferentes, incluyendo la seguridad”.
Algunos residentes que se quedaron sin casa no esperaban la ayuda. decenas vagaban entre los restos de un complejo de departamentos arrasado en la costa de Palu buscando cualquier cosa que pudieran salvar para utilizar en la reconstrucción o revender. Se llevaron planchas de metal, madera, tuberías y otros materiales.
“Tenemos que hacer esto porque no hay ayuda del gobierno”, explicó Zaitun Rajamangili, de 41 años, quien dijo que su vivienda quedó destrozada pero su familia sobrevivió.
El fabricante de muebles Khairul Hassan relata que trabajaba en una tienda cerca de la playa cuando el suelo cobró vida y se sacudió violentamente. Corrió hacia una colina cercana y observó posteriormente cómo el nivel del mar se elevó como nunca, lanzando una marejada colosal. Ahora no lo puede olvidar.
“Vi las olas venir y barrer con todo: construcciones, fábricas, almacenes y algunas personas que desaparecieron, mientras corrían de las olas, algunas de ellas mujeres y niños”, dijo el miércoles. “Además, los trabajadores del almacén quedaron atrapados bajo las mercancías, todos barridos por el mar. Es trágico. Es aterrador recordarlo”, agregó.
Cinco días más tarde, la ayuda llegaba lentamente a las zonas de la isla, en el centro de Indonesia. Las víctimas estaban cada vez más desesperadas tras haber quedado sin alimentos, agua, combustible y medicamentos. Los residentes de un vecindario afectado aplaudieron, vitorearon y se chocaban la mano de la emoción al ver un camión parado cargado con suministros.
“Estoy muy feliz”, dijo Heruwanto, de 63 años y que emplea un solo un nombre, mientras agarraba una caja de fideos instantáneos. “Realmente no he comido en tres días”.
Las autoridades elevaron el miércoles la cifra oficial de fallecidos a 1.407 personas. El vocero de la agencia de desastres, Sutopo Purwo Nugroho, explicó que 519 de los cuerpos fueron ya enterrados.
La comida, el agua, el combustible y los medicamentes todavía no llegaron a las zonas más afectadas fuera de Palu, la principal ciudad sacudida por la catástrofe del pasado viernes. Muchas carreteras quedaron destrozadas por el violento temblor o bloqueadas por escombros. Las comunicaciones eran limitadas.
“Aquí nos sentimos como hijastros porque toda la ayuda está yendo a Palu”, dijo Mohamad Taufik, vecino de la localidad de Donggala de 38 años que dijo que cinco de sus familiares siguen desaparecidos. “Hay muchos niños pequeños que están hambrientos y enfermos, pero no hay leche ni medicamentos”.
La oficina de asuntos humanitarios de la ONU reportó que las “necesidades son vastas”, ya que la gente requiere de forma urgente albergue, agua potable, alimentos, combustible y atención médica de emergencia.
Por otra parte, un volcán entró en erupción el miércoles por la mañana en la provincia de Célebes Septentrional, a unos 940 kilómetros (585 millas) al noreste de la zona remecida por el movimiento telúrico, y arrojó una columna de ceniza que se elevaba a más de 6.000 metros (20.680 pies) de altura. Las autoridades advirtieron sobre la presencia de la nube en las inmediaciones del Soputan porque puede ser peligrosa para los motores de los aviones, pero no se ordenaron evacuaciones.
Kasbani, que emplea solo un nombre y dirige el Centro de Vulcanología y Mitigación de Peligros Geológicos, dijo al sitio de noticias Tempo que la actividad del volcán se había incrementado desde agosto y comenzó a despuntar el lunes. “Es posible que el sismo acelerase “la erupción”, agregó.
En la zona del terremoto, el agua es el principal problema porque la mayoría de la infraestructura de suministro resultó dañada, dijo el vocero adjunto de la ONU, Farhan Haq, a la prensa en la sede de la ONU en Nueva York. El gobierno está coordinando las labores de emergencia y las agencias de ayuda del organismo están ya sobre el terreno o de camino, apuntó.
Más de 25 países ofrecieron asistencia después de que el presidente de Indonesia, Joko Widodo “Jokowi” pidiera ayuda internacional. Sin embargo, poco ha llegado a la zona de desastre, y los residentes, cada vez más desesperados, tomaron alimentos y combustibles de tiendas dañadas y rogaron por ayuda.
Widodo visitó la zona del desastre el miércoles e informó que, aunque quedaba trabajo por hacer, las condiciones estaban mejorando y los negocios estaban comenzando a abrir sus puertas, ayudando a la población a regresar a la normalidad. El dirigente explicó que su homólogo estadounidense, Donald Trump, lo llamó el martes en la noche para ofrecerle ayuda.
“Estamos yendo por fases. Hay muchas cosas en marcha relacionadas con la evacuación, y la ayuda y el combustible están llegado”, declaró apuntando que 30 personas seguían enterradas bajo los escombros en el hotel Roa Roa de Palu. “Cada provincia tiene casos diferentes, incluyendo la seguridad”.
Algunos residentes que se quedaron sin casa no esperaban la ayuda. decenas vagaban entre los restos de un complejo de departamentos arrasado en la costa de Palu buscando cualquier cosa que pudieran salvar para utilizar en la reconstrucción o revender. Se llevaron planchas de metal, madera, tuberías y otros materiales.
“Tenemos que hacer esto porque no hay ayuda del gobierno”, explicó Zaitun Rajamangili, de 41 años, quien dijo que su vivienda quedó destrozada pero su familia sobrevivió.
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