Washington (EFE)-. Ofrecer sexo a cambio de ventajas en una operación de espionaje, estrechar lazos con un poderoso grupo defensor de las armas o el uso del traductor de Google para contactar con fuentes eran algunas de las técnicas empleadas por Mariia Butina, la supuesta agente rusa encubierta detenida en EE.UU.
La meta de Butina, una ciudadana rusa que no dudó en poner sobre la mesa su cuerpo y servicios sexuales para lograr un puesto en una organización que facilitaría sus objetivos, era favorecer los intereses del Kremlin en EE.UU., según se extrae de los documentos judiciales basados en investigaciones del FBI.
Con una larga melena pelirroja, Mariia Butina accedió ayer a la sala de un tribunal federal de Washington, donde se declaró no culpable de un delito de conspiración contra EE.UU. y de ser una agente encubierta para una potencia extranjera, aunque finalmente fue enviada a prisión preventiva.
La imputada escuchó en primera persona el relato de la acusación vestida con el clásico mono naranja carcelario y una inquietud que disimulaba su frío rostro pero no sus manos, que no pararon de juguetear con un bolígrafo de color aguamarina.
En la argumentación del caso, que captó la atención del centenar de periodistas que asistió, el Gobierno logró sensibilizar a la jueza de sus temores ante una potencial huida de Butina, que se enfrenta a quince años de prisión.
De acuerdo a un memorándum presentado por el Departamento de Justicia, la presunta espía rusa había tejido una red de influyentes contactos en EE.UU. para beneficiar al Kremlin, una tarea por la que inició una relación sentimental con uno de sus contactos estadounidenses, con quien vivía.
Los investigadores constataron que el romance era solo un trámite dentro de la supuesta operación de Butina, quien en intercambios de mensajes con otros sujetos había expresado su desidia por tener que vivir con esa persona, contexto en el que la imputada llegó a ofrecer los citados servicios sexuales a otro individuo a cambio de un puesto en una organización con influencia.
De este documento también se extrae que la acusada comenzó a hablar desde Rusia con este estadounidense en 2013.
Posteriormente, se sirvió de una herramienta del gigante tecnológico Google, concretamente su traductor, para entablar conversaciones en inglés y presentarle una "propuesta de proyecto" ante las elecciones de 2016.
Butina había empezado sus labores en territorio ruso, pero en agosto de 2016 se mudó a Washington con una visa de estudiante, presuntamente solicitada como parte del entramado del Kremlin, momento en el que las autoridades de EE.UU. comenzaron a seguirle la pista.
Antes y después de entrar en terreno norteamericano, Butina, que supuestamente trabajaba para un alto funcionario ruso, tejió una red de contactos influyentes en la política estadounidense que le llevaron hasta el más poderoso "lobby" de las armas, la Asociación Nacional del Rifle (NRA), ante la que se presentó como una activista rusa en defensa del derecho a portar estos artilugios.
Butina, de 29 años, puede verse posando en imágenes con la directiva de este grupo de presión y con el Partido Republicano -del que forma parte Trump- con quienes buscó establecer canales de comunicación informales de cara a las elecciones presidenciales de 2016, según la acusación.
En 2015, durante un mitin en Nevada, Butina preguntó desde el público al entonces candidato a la nominación republicana Donald Trump sobre su posición respecto a las relaciones con el Kremlin, a lo que el magnate auguró que se "llevaría bien con Putin".
Los resultados de las investigaciones, narró el Gobierno, recogen que la detenida mantuvo vínculos con supuestos agentes de inteligencia rusos y con oligarcas conectados con la Presidencia del Kremlin.
Durante la audiencia, el equipo legal del Ejecutivo mostró una imagen de Butina en la que se le apreciaba en un restaurante con un presunto espía ruso y otra fotografía en la que aparecía cerca del Capitolio durante la toma de posesión de Trump en enero de 2017.
La detención de Butina estalló mientras Trump y su homólogo, Vladimir Putin, mantenían su primera cumbre bilateral en Helsinki este lunes.
La meta de Butina, una ciudadana rusa que no dudó en poner sobre la mesa su cuerpo y servicios sexuales para lograr un puesto en una organización que facilitaría sus objetivos, era favorecer los intereses del Kremlin en EE.UU., según se extrae de los documentos judiciales basados en investigaciones del FBI.
Con una larga melena pelirroja, Mariia Butina accedió ayer a la sala de un tribunal federal de Washington, donde se declaró no culpable de un delito de conspiración contra EE.UU. y de ser una agente encubierta para una potencia extranjera, aunque finalmente fue enviada a prisión preventiva.
La imputada escuchó en primera persona el relato de la acusación vestida con el clásico mono naranja carcelario y una inquietud que disimulaba su frío rostro pero no sus manos, que no pararon de juguetear con un bolígrafo de color aguamarina.
En la argumentación del caso, que captó la atención del centenar de periodistas que asistió, el Gobierno logró sensibilizar a la jueza de sus temores ante una potencial huida de Butina, que se enfrenta a quince años de prisión.
De acuerdo a un memorándum presentado por el Departamento de Justicia, la presunta espía rusa había tejido una red de influyentes contactos en EE.UU. para beneficiar al Kremlin, una tarea por la que inició una relación sentimental con uno de sus contactos estadounidenses, con quien vivía.
Los investigadores constataron que el romance era solo un trámite dentro de la supuesta operación de Butina, quien en intercambios de mensajes con otros sujetos había expresado su desidia por tener que vivir con esa persona, contexto en el que la imputada llegó a ofrecer los citados servicios sexuales a otro individuo a cambio de un puesto en una organización con influencia.
De este documento también se extrae que la acusada comenzó a hablar desde Rusia con este estadounidense en 2013.
Posteriormente, se sirvió de una herramienta del gigante tecnológico Google, concretamente su traductor, para entablar conversaciones en inglés y presentarle una "propuesta de proyecto" ante las elecciones de 2016.
Butina había empezado sus labores en territorio ruso, pero en agosto de 2016 se mudó a Washington con una visa de estudiante, presuntamente solicitada como parte del entramado del Kremlin, momento en el que las autoridades de EE.UU. comenzaron a seguirle la pista.
Antes y después de entrar en terreno norteamericano, Butina, que supuestamente trabajaba para un alto funcionario ruso, tejió una red de contactos influyentes en la política estadounidense que le llevaron hasta el más poderoso "lobby" de las armas, la Asociación Nacional del Rifle (NRA), ante la que se presentó como una activista rusa en defensa del derecho a portar estos artilugios.
Butina, de 29 años, puede verse posando en imágenes con la directiva de este grupo de presión y con el Partido Republicano -del que forma parte Trump- con quienes buscó establecer canales de comunicación informales de cara a las elecciones presidenciales de 2016, según la acusación.
En 2015, durante un mitin en Nevada, Butina preguntó desde el público al entonces candidato a la nominación republicana Donald Trump sobre su posición respecto a las relaciones con el Kremlin, a lo que el magnate auguró que se "llevaría bien con Putin".
Los resultados de las investigaciones, narró el Gobierno, recogen que la detenida mantuvo vínculos con supuestos agentes de inteligencia rusos y con oligarcas conectados con la Presidencia del Kremlin.
Durante la audiencia, el equipo legal del Ejecutivo mostró una imagen de Butina en la que se le apreciaba en un restaurante con un presunto espía ruso y otra fotografía en la que aparecía cerca del Capitolio durante la toma de posesión de Trump en enero de 2017.
La detención de Butina estalló mientras Trump y su homólogo, Vladimir Putin, mantenían su primera cumbre bilateral en Helsinki este lunes.
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