ESPAÑA (EFE)-. La primera datación directa de un diente fósil de Homo antecessor, encontrado en el yacimiento de Gran Dolina de Atapuerca (Burgos, norte de España), confirma la antigüedad obtenida en dataciones indirectas precedentes, que es de entre 772,000 y 949,000 años.
El Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH) español ha liderado la investigación, publicada en la revista Quaternary Geochronology, para establecer la antigüedad de este fósil del Pleistoceno Inferior.
Esta antigüedad confirma la que habían realizado por métodos indirectos otros investigadores que habían analizado este fósil, considerado como de los primeros pobladores conocidos de Europa y posible ancestro común del Homo heidelbergensis y el Homo neandertal.
Para llevar a cabo esta datación se ha utilizado una metodología puntera, aplicando el mismo protocolo especial que funcionó previamente con éxito con los restos fósiles del Homo naledi y del Homo sapiens más antiguo encontrado fuera de África, según detalla Mathieu Duval, miembro del Programa de Geocronología y Geología del CENIEH y ahora en el Centro de Investigación Australiano para la Evolución Humana de la Universidad de Griffith.
Para conseguir esta datación y solucionar los diferentes retos que aparecieron a lo largo de los casi tres años que duró este estudio, ha sido necesaria la colaboración de especialistas de varias disciplinas científicas como geocronólogos, geólogos, arqueólogos y paleoantropólogos.
Entre ellos, varios investigadores del CENIEH como Josep María Parés y José María Bermúdez de Castro, coordinadores de programa, y Laura Martín-Francés e Isidoro Campaña.
También han colaborado investigadores procedentes de instituciones España (IPHES, Universidad Complutense de Madrid), Francia (Universidad de Burdeos) y China (Universidad de Nankín).
Con la mejora constante de las técnicas analíticas y de los métodos de datación a lo largo del tiempo se ha podido refinar progresivamente la cronología del yacimiento de Gran Dolina desde su estudio inicial, publicado en 1995.
Este trabajo ha contado con financiación de la Unión Europea y de dos instituciones australianas a través de sendas becas: Marie Curie International Outgoing Fellowship y Australian Research Council Future Fellowship.
El Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH) español ha liderado la investigación, publicada en la revista Quaternary Geochronology, para establecer la antigüedad de este fósil del Pleistoceno Inferior.
Esta antigüedad confirma la que habían realizado por métodos indirectos otros investigadores que habían analizado este fósil, considerado como de los primeros pobladores conocidos de Europa y posible ancestro común del Homo heidelbergensis y el Homo neandertal.
Para llevar a cabo esta datación se ha utilizado una metodología puntera, aplicando el mismo protocolo especial que funcionó previamente con éxito con los restos fósiles del Homo naledi y del Homo sapiens más antiguo encontrado fuera de África, según detalla Mathieu Duval, miembro del Programa de Geocronología y Geología del CENIEH y ahora en el Centro de Investigación Australiano para la Evolución Humana de la Universidad de Griffith.
Para conseguir esta datación y solucionar los diferentes retos que aparecieron a lo largo de los casi tres años que duró este estudio, ha sido necesaria la colaboración de especialistas de varias disciplinas científicas como geocronólogos, geólogos, arqueólogos y paleoantropólogos.
Entre ellos, varios investigadores del CENIEH como Josep María Parés y José María Bermúdez de Castro, coordinadores de programa, y Laura Martín-Francés e Isidoro Campaña.
También han colaborado investigadores procedentes de instituciones España (IPHES, Universidad Complutense de Madrid), Francia (Universidad de Burdeos) y China (Universidad de Nankín).
Con la mejora constante de las técnicas analíticas y de los métodos de datación a lo largo del tiempo se ha podido refinar progresivamente la cronología del yacimiento de Gran Dolina desde su estudio inicial, publicado en 1995.
Este trabajo ha contado con financiación de la Unión Europea y de dos instituciones australianas a través de sendas becas: Marie Curie International Outgoing Fellowship y Australian Research Council Future Fellowship.
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