Santo Domingo -. Los políticos, cantantes y empresarios millonarios no importaron; tampoco los dueños de lanchas, poetas, poliglotas, intelectuales, peloteros, medallistas olímpicos o el mas rico de los ingenieros; aquí a base de puñetazos, patadas voladoras, ‘pelo en pecho’, la Codera y la Polémica, Jack Veneno es el héroe indiscutible de varias generaciones.
Apenas alcanzó estudios de la vieja ‘intermedia’, pero su voz llana sintonizaba con los sueños de muchos niños, adolescentes y hasta viejos que esperaban con ansiedad cada fin de semana para verlo en la televisión derrotando a ‘villanos’ traídos por su archirrival Relámpago Hernández, quien representaba a la “Cuadra Ruda” y “los intereses extranjeros” que frenaban el sueño de que el campeón dominicano no lograra ascender a la corona de peso completo mundial.
Era la representación elocuente de la lucha del “Bien contra el Mal”, siendo el protagonista principal Veneno, pero Relámpago, como enviado por el demonio, era su eterna némesis, que lo arruinaba frecuentemente, convirtiendo el desaparecido Parque Eugenio María de Hostos, en un imaginario campo de batallas, donde miles de fans de todos los sectores populares y clases sociales, se daban cita a apoyar al “Ídolo de Multitudes”.
El ejemplo a seguir
La idolatría de la gente desbordó como una soda caliente al “Hijo de Doña Tatica”, la madre que lo parió y que lo crió sola hasta hacerlo un hombre de bien, Veneno era un ícono de jóvenes y viejos que causaba aglomeraciones en cualquier punto que apareciera, llegando a ser respetado por los demás deportistas, por los artistas y por la clase política.
La figura que más vendía
La humildad que derrochaba siendo jactancioso en representar el prototipo del hombre puramente dominicano le dio una “varita mágica” para llenar todos los estadios en los que se presentaba y convertirse en una figura premium de la televisión dominicana.
“El programa nuestro tuvo el más alto rating de la televisión local, solo el Gordo de la Semana y el Show del Medio Día competían con nosotros y en muchas ocasiones estaba por encima, nunca estuvimos terceroÖ y a mi se me pagaba individual, o sea, los productos pagaban por estar en el programa de la lucha libre, pero si Jack Veneno lo anunciaba con su voz me pagaban aparte por eso”, recuerda el pancraciasta.
La gente enloquecía
Las grandes aventuras de Jack Veneno y su escuadra versus Relampago Hernández, “El Genio del Mal” y los rudos, caló en el corazón de la gente de forma tal que uno era venerado y aclamado en los sectores populares; pero a su rival le sorprendía el repudio y muchas veces hasta ataques inesperados.
“A veces yo iba a los barrios a llevar útiles, pelotas de baloncesto y béisbol, bates, guantes, de boxeo también, pero se fue aglomerando la gente y cuando intenté salir no podía, tuvieron algunos dirigentes de la junta de vecinos y varios policías que aparecieron al lugar que sacarme rodeando mi carro y así avanzamos chin a chin como si tuviéramos caminando hasta poder tomar una vía de fuerte transido”, se sonroja el campeón.
Del otro lado de la imaginación del pueblo estaba el odio y la antipatía hacia aquel artista de las doce cuerdas, estudiante de termino de ingeniería electromecánica, quien hacía la contraparte de ruin y despreciable mejor que cualquier actor de Hollywood, pero que tenía como pago social el inadvertido golpeo verbal y a veces el extremo, como la vez que una señora mayor de 70 años vio a “La Gallina” comprando frutas en Los Mina y le aplicó sendos zapatazos en su cabeza al raspe hasta hacerlo sangrar.
El consejero del bien
Nunca pudo sentarse en las butacas de una aula de bachillerato, en Veneno se convirtió en una figura dueño de un acervo cultural que a través de sus consejos de hombre campechano le transmitía a la juventud.
Llegó a instituir la “frase de la semana” en su programa televisivo para citar a grandes pensadores, pero en su vida cotidiana ama recitar y en la mayoría de sus entrevistas trata de defender la veracidad de la lucha libre, “si naciera de nuevo, sin duda, fuera lo mismo, otra vez luchador”, pero lo delata su amor por la literatura, por los grandes pensadores y el amor a la familia y prójimo.
Esos dotes y sus habilidades de luchador, lo convirtieron en uno de los dominicanos más conocidos en todo el mundo.
Décadas después de su retiro, su nombre viaja en la memoria de todos aquellos que se deleitaron con sus hazañas, en las cuales humillaba a gigantes, fantasmas, momias, hombres de hilo, fieras, la muerte, salvajes samoanos, chinos y vegetarianos; y así a los peores marrulleros locales e internacionales que se unían para sacarlo de combate.
Apenas alcanzó estudios de la vieja ‘intermedia’, pero su voz llana sintonizaba con los sueños de muchos niños, adolescentes y hasta viejos que esperaban con ansiedad cada fin de semana para verlo en la televisión derrotando a ‘villanos’ traídos por su archirrival Relámpago Hernández, quien representaba a la “Cuadra Ruda” y “los intereses extranjeros” que frenaban el sueño de que el campeón dominicano no lograra ascender a la corona de peso completo mundial.
Era la representación elocuente de la lucha del “Bien contra el Mal”, siendo el protagonista principal Veneno, pero Relámpago, como enviado por el demonio, era su eterna némesis, que lo arruinaba frecuentemente, convirtiendo el desaparecido Parque Eugenio María de Hostos, en un imaginario campo de batallas, donde miles de fans de todos los sectores populares y clases sociales, se daban cita a apoyar al “Ídolo de Multitudes”.
El ejemplo a seguir
La idolatría de la gente desbordó como una soda caliente al “Hijo de Doña Tatica”, la madre que lo parió y que lo crió sola hasta hacerlo un hombre de bien, Veneno era un ícono de jóvenes y viejos que causaba aglomeraciones en cualquier punto que apareciera, llegando a ser respetado por los demás deportistas, por los artistas y por la clase política.
La figura que más vendía
La humildad que derrochaba siendo jactancioso en representar el prototipo del hombre puramente dominicano le dio una “varita mágica” para llenar todos los estadios en los que se presentaba y convertirse en una figura premium de la televisión dominicana.
“El programa nuestro tuvo el más alto rating de la televisión local, solo el Gordo de la Semana y el Show del Medio Día competían con nosotros y en muchas ocasiones estaba por encima, nunca estuvimos terceroÖ y a mi se me pagaba individual, o sea, los productos pagaban por estar en el programa de la lucha libre, pero si Jack Veneno lo anunciaba con su voz me pagaban aparte por eso”, recuerda el pancraciasta.
La gente enloquecía
Las grandes aventuras de Jack Veneno y su escuadra versus Relampago Hernández, “El Genio del Mal” y los rudos, caló en el corazón de la gente de forma tal que uno era venerado y aclamado en los sectores populares; pero a su rival le sorprendía el repudio y muchas veces hasta ataques inesperados.
“A veces yo iba a los barrios a llevar útiles, pelotas de baloncesto y béisbol, bates, guantes, de boxeo también, pero se fue aglomerando la gente y cuando intenté salir no podía, tuvieron algunos dirigentes de la junta de vecinos y varios policías que aparecieron al lugar que sacarme rodeando mi carro y así avanzamos chin a chin como si tuviéramos caminando hasta poder tomar una vía de fuerte transido”, se sonroja el campeón.
Del otro lado de la imaginación del pueblo estaba el odio y la antipatía hacia aquel artista de las doce cuerdas, estudiante de termino de ingeniería electromecánica, quien hacía la contraparte de ruin y despreciable mejor que cualquier actor de Hollywood, pero que tenía como pago social el inadvertido golpeo verbal y a veces el extremo, como la vez que una señora mayor de 70 años vio a “La Gallina” comprando frutas en Los Mina y le aplicó sendos zapatazos en su cabeza al raspe hasta hacerlo sangrar.
El consejero del bien
Nunca pudo sentarse en las butacas de una aula de bachillerato, en Veneno se convirtió en una figura dueño de un acervo cultural que a través de sus consejos de hombre campechano le transmitía a la juventud.
Llegó a instituir la “frase de la semana” en su programa televisivo para citar a grandes pensadores, pero en su vida cotidiana ama recitar y en la mayoría de sus entrevistas trata de defender la veracidad de la lucha libre, “si naciera de nuevo, sin duda, fuera lo mismo, otra vez luchador”, pero lo delata su amor por la literatura, por los grandes pensadores y el amor a la familia y prójimo.
Esos dotes y sus habilidades de luchador, lo convirtieron en uno de los dominicanos más conocidos en todo el mundo.
Décadas después de su retiro, su nombre viaja en la memoria de todos aquellos que se deleitaron con sus hazañas, en las cuales humillaba a gigantes, fantasmas, momias, hombres de hilo, fieras, la muerte, salvajes samoanos, chinos y vegetarianos; y así a los peores marrulleros locales e internacionales que se unían para sacarlo de combate.
(Fuente: listindiario.com)
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